jueves, 13 de mayo de 2021

 

ARTISTAS CALLEJEROS: 

MEROLICOS, MIMOS Y PAYASITOS

Por Mtra. Martina Rodríguez García, Cronista de Azcapotzalco

Al iniciar un nuevo día, las noticias que se publican son alarmantes, se refieren a problemas que surgen al encontrar en la calle a los niños que realizan oficios que no cualquier persona se atreve a desarrollar. Los más atrevidos son los niños disfrazados de payasitos. Este problema es latente, rueda como una bola de granizo y se adhieren muchos más. Los niños de la calle, los niños callejeros, títulos que sirven para “sacar la nota” en periódicos y revistas, “Ángeles de alas rotas”, es otra de las frases que exhiben a sus protagonistas como seres marginados.

No puedo decir las mismas palabras porque ellos son niños que tienen un don muy especial: hombres, padres, niños, hermanos y trabajadores incansables, aprenden a buscar el sustento, se agrupan, calientan su soledad y su dolor, comunican sus vivencias, las llevan a muchas partes, muchos pares de ojos son testigos de su desgracia.

Viven con unas migajas de pan en su intestino y un ruido sepulcral bajo su piel. El vacío circula en sus entrañas y el olor del cemento pega su lengua para no gritar su dolor, su soledad, ojos en blanco desfallecen sobre la figura de una madre ausente en el amanecer de cada día. “La ley” de la calle los ha endurecido. ¿Cuál será la ley que obligue a los padres de estos niños a cumplirles, cuidarlos en la salud y en la enfermedad?  Sus padres no merecen ese título. Los niños buscan sobrevivir en su lucha de trabajo aquí y allá.

“Fruto del amor” un niño en el que recaen como un latigazo las palabras de su madre, por tu culpa me dejó tu padre, si no me hubiera embarazado, si tuviéramos dinero, si tu no pidieras comida todo el día, culpas y mas culpas recaen sobre el cuerpo de cada uno de los niños que se ven obligados a realizar cualquier trabajo: mimos, merolicos (falsa copia de aquellos hombres que recorrían las calles de los barrios vendiendo medicamentos milagrosos, cura todo, hoy todavía vemos a algunos ofreciendo pomadas maravillosas, se suben algunas veces al transporte público).

En algunas partes o rincones de la ciudad existen los niños de la madre tierra, esos niños se ven sentados en posición fetal y piensan y lloran apretando “la mona” – trapo con thiner que parece un dulce o un juguete que aprietan entre sus manos, débiles y pequeñas como los segundos que les quedan de vida. En esta nueva vida han dado un paso muy importante: trabajan. No se les puede llamar parásitos, son los payasitos que arrancan una sonrisa cuando los niños viajan en un automóvil con sus padres, hacen equilibrios sobre los hombros del niño más fuerte, y hacen reír a otros niños. No puedo dejar de nombrar a los niños que venden muñecas con trajes regionales.

 Son muchos los oficios que dentro de sus posibilidades realizan los niños, “problema complejo” cada una de estas frases son los títulos de los reportajes que hacen mucho años se escribieron, pero siguen latentes: “orejas de burro para los mayores”, “durante el día talonean por la noche duermen donde se puede”. Estas nos son las mejores noticias. Si nos ponemos a investigar la historia de cada uno, ellos inspiran a los escritores, y cada uno de los que se interesan en este tema, busca un título que llame la atención. Los niños de la calle la hoguera que todos alimentamos, F. Huerta. Educación maltrato a los niños, P. Maher. La Jornada, martes 7 de enero de 1992. Página de la infancia. Niños callejeros: arboles para los que no quieren ver el bosque. Los niños duermen y ven el amanecer por un agujero de los cartones con que se cubren el frio.

En Azcapotzalco, a los payasitos y niños de la calle los vemos cuando el semáforo se pone rojo, en el alto de por ejemplo, la glorieta de Camarones, en Avenida Azcapotzalco, en el cruce de la Calzada Vallejo y Cuitláhuac, en otras esquinas importantes, así como en las entradas del Metro Camarones o Metro Azcapotzalco.

El humo les da los buenos días a los infantes que durmieron bajo algunos de los puentes “su casa”. En donde algunos niños se hermanan y cada uno empuña el plástico con su dosis de pegamento para “viajar y vivir su alucine”.


En un rincón del mundo, de nuestro mundo, en donde los vemos trabajar, brincando, cachando las pelotas de colores, inflando globos, con su rostro pintado con una gran sonrisa, y nos recuerdan que al mal tiempo buena cara. Pasan horas y horas para recibir unas cuantas monedas, pero no dejan el buen humor, ni su enorme trasero que se mueve cadenciosamente para hacer reír, los niños callejeros son muestra del folklore de nuestra gran ciudad. Hay que desligar a los niños de la calle de los vagos, los pordioseros, los pandilleros, son seres que buscan un medio para sentirse libres, útiles. Ellos han sufrido abandono, golpes, violaciones tanto de su cuerpo como de sus Derechos Humanos. Algunos mueren en alcantarillas entre ropa y periódicos, ratas y olores fétidos, desamparados, su seguridad es la unión entre unos y otros, se procuran: alimento, ropa, zapatos, trabajo, libertad. Ha caído un protector de algunos grupos de niños en situación de calle, se extraña a “Chinchachoma” (cabeza sin cabello) Padre Alejandro García Duran, q.e.p.d.

Tenemos noticias que se apoyará a los niños: cirqueros, futbolistas, malabaristas, o ejecutando otros trabajos: realizando conciertos, películas y videos. Allá los encontrarás en tu calle, en tu esquina en un rincón del mundo. Niños sin amor. Un ángel o un payasito que cuando no están en su esquina se les extraña, se pierde una sonrisa, en nuestro rostro igual que el de los payasitos se va secando con la misma rapidez con que se vive en esta ciudad.


BAJO EL PUENTE

Ángel, un niño disfrazado de payasito después de caminar de norte a sur por la ciudad, encuentra un refugio debajo de unos cartones. Israel encuentra a un pequeño ser que se remueve para abandonar el duro lecho donde durmió, al darse cuenta que tiene compañía inmediatamente rechaza la idea pues seguramente es un niño al que buscarán sus padres, Israel le pregunta:

-          ¿Qué haces aquí? ¿te perdiste?

El niño vestido de payasito no contesta, observa a Israel, éste se aleja un poco y cuando el niño vestido de payasito ve que se va Israel, grita, me llamo Ángel. Israel sigue caminando rumbo a la avenida para llegar a trabajar a la esquina que le corresponde, el payasito lo sigue y ve que otros niños se unen a Israel, estos se ven cansados con la mirada perdida como si fueran sonámbulos.

Ángel se da cuenta que llevan entre sus manos un trapo, es “la mona” que huelen y es lo que los trastorna, aun así llegan a su esquina y empiezan a limpiar los parabrisas de los carros, otros venden muñecas con trajes regionales, así pasan varias horas, después se van a otros lugar y se reúnen con más niños y dos mujeres que junto con sus pequeños hijos viven allí.

Israel no pierde de vista a sus amigos y entre ellos se ha quedado Ángel, pero nadie le habla.

Israel se acomoda junto a un árbol y prepara un trapo con thiner “la mona”, que inhala poco a poco y su semblante cambia la expresión, Ángel, el payasito se sienta a su lado y le pregunta:

-          ¿Por qué hueles eso?

Israel le contesta: “esto” es el alimento, el mero alucine me voy a viajar me olvido del cansancio y hasta veo a mi jefa, ella no me busca porque mi padrastro me corrió de su lado, pero con mi “mona” yo veo a mi mamá y muchas cosas bonitas. Ángel sigue ahí, en un rincón del mundo donde muchos niños se agrupan y saborean su libertad, son felices hermanados en la misma búsqueda.

Cuando los rayos del sol caen sobre el rostro de Israel, se levanta y les pide a los demás que cooperen para el “refín”. Los otros chavos dejan caer unas monedas y cuando ven que Ángel está ahí dicen:

-          Y éste qué ¿quién lo invitó? Israel contesta:

-          Ya déjenlo es mi amigo, aquí la va a pasar.

Israel se va por el “refín”, se cuelga de un camión y va hasta la Central Camionera, ahí le vende un amigo la comida que lleva a los chavitos, regresa al lugar en la misma forma, y trae un vaso grande de arroz con pollo y lo calienta en un comal de lámina de un tambo, lo ponen en la esquina de una jardinera y con ramas y hojas secas hacen una buena lumbre, otros traen bolillos y ahí les ponen su comida, la señora que tiene sus pequeños hijos no come, pero los niños sí; ella trae su “mona” y levanta los cartones en donde durmieron los niños.

El payasito comía con desconfianza, se unió al grupo olvidándose de regresar a su casa. Todos caminaban a su lugar de trabajo, Israel le contaba a su amigo Ángel: era tanto lo que lo golpeaban que el divorcio de sus padres fue la llave de salida hacia su libertad. Todo es motivo para vivir pero lejos de los malos tratos, mejor trabajar de malabarista, payasito o limpia parabrisas, y aprender a reír para ganar dinero, seré payasito como tú. En la avenida trabajan otros niños limpiando parabrisas, un carro viene con mucha velocidad, la persona que maneja no alcanza a frenar y avienta a uno de los niños, quedando crucificado sobre el parabrisas.

4 comentarios:

  1. Fabulosa crónica, Martina eres genial, que manera de describir la vida en la calle de los "ángeles". Maru Fernández

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  2. Muchos recuerdos y anécdotas de los chavos de la calle, muy buena crónica que me remontó a esos días y recordé los rostros de los niños con los que conviví y espero que dios los siga ayudando . Felicidades madre te amo por tu fortaleza .

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  3. A veces me pregunto si es bueno darles una moneda y me lo han cuestionado algunos por que les das es para su vicio, pero al final lo que les doy sea para su vicio o no es mi forma de queré ayudar de querés aliviar su pena, bendiciones para todos ellos, muy buena crónica Martina ❤️

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  4. Que triste que suceda en todoAmerica
    Aquí le llaman Terokal
    Thiner es el líquido para manchas de pintura.
    Ojala cambie la realidad de los niños.
    Pájaros fruteros
    Pirañas
    Hoy batería seria.

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