lunes, 16 de agosto de 2021

 

ODISEA EN EL PARQUE TEZOZOMOC

Por Patricio Garibay

Con el siempre recuerdo para Indira. 

Claudia y yo no podemos recordar con exactitud si fue hace unos 12 o 14 años cuando llegamos al Parque Tezozomoc, lo que sí tenemos claro es que aquella tarde  la Selección Mexicana de futbol se enfrentaría al equipo de Brasil, ¿o era a la de Argentina? La cuestión es que el parque estaría desierto al menos hasta las 4 de la tarde en que terminaría el esperado partido e incluso el propio personal del lugar estarían atentos en algún televisor observando  ese espectáculo de masas en el que  22 hombres en calzoncillos persiguen una pelota  y que al menos a Claudia y a mí no nos causaba el más mínimo interés, pero que sin embargo lo aprovecharíamos a nuestro favor pues estando solos en el enorme parque azcapotzalca podríamos realizar una serie de fotos de Claudia posando casi cuál Eva moderna en aquel edén tecpaneca, para una serie de fotografías que yo pensaba exponer próximamente en la galería de la videoteca que se encuentra al costado del edificio de la hoy alcaldía de Azcapotzalco.

Así pues el plan era perfecto y con esa  intención entramos al parque y de inmediato comprobamos qué efectivamente estaba desierto. Yo con mi cámara colgada al cuello y Claudia con una gabardina a la detectivesca que cubría su belleza natural buscamos un lugar adecuado en dónde poder tomar la primer serie fotográfica, luego de unos minutos llegamos a una zona rodeada de verdes lomas cubiertas de pasto. De las muchas personas que visitan el parque pocos saben qué cada una de estas pequeñas lomitas junto con el lago artificial representan a escala menor a los montes, cerros y zona  lacustre del Valle de México, por ello en medio del lago del parque hay un conjunto escultórico que  recrea el encuentro que tuvieron los recién llegados tenochcas con él águila sobre el nopal devorando una serpiente, mítica señal qué indicaba que ahí se debía construir la ciudad de Tenochtitlan. 

Pues ahí entre aquellas montañitas a escala decidimos tomar algunas fotos, no sin antes cerciorarnos de qué no hubiera testigos que se pudieran escandalizar por nuestra labor, enseguida Claudia, mi musa y cómplice de alegrías, de tristezas de amores y de mil proyectos se quitó la gabardina e iniciamos la sesión, el sol era perfecto y el escenario era tan bello como la modelo, confié en que conseguiría lo que buscaba, imágenes bucólicas y edénicas en aquel oasis verde y solitario en medio de la jungla de asfalto chintolola, solo había el inconveniente de que algunas nubes en su paso acelerado saboteaban en repetidas veces mi trabajo al ocultar la luz solar por algunos momentos. 

Luego de una docena de fotografías decidimos cambiar de locación y buscar que esta vez  en las imágenes apareciera parte del lago, y así llegamos frente al lago y un enorme pato blanco surgió de entre los juncos y se nos acercó, jugamos con la idea de que el pato apareciera al lado de Claudia imitando aquel cuadro atribuido a Leonardo da Vinci que representa a la hermosa Leda a quién el Dios Zeus enamorado de su belleza decidió convertirse en un blanco cisne para poder acercarse a ella mientras se bañaba, escena erótica que yo también pinte alguna vez, de aquel encuentro amoroso la hermosa  Leda daría a luz dos huevos de los cuales de uno saldría la bellísima Helena de Troya y del otro su hermano el poderoso guerrero Pólux.


1-Leda y el Cisne, atribuido a Leonardo da Vinci, Florencia 1516. 2-Leda y el Cisne de Patricio Garibay, Azcapotzalco 1992.

Entre aquellas evocaciones mitológicas estábamos cuando apareció un viejecito que con escoba en mano se disponía a barrer alguna hojarasca exactamente en el lugar dónde habíamos elegido para tomar las fotos. Amablemente nos saludó y le dimos las buenas tardes, y el simpático viejecito con más ganas de conversar que de iniciar a barrer  nos preguntó:
-¿Viendo los patitos muchachos?
- Sí, están preciosos.
Le respondió Claudia, y en vez de continuar nuestro camino e ir en busca de otro nuevo sitio qué sirviera de escenario le pregunté:

- Oiga Don y ¿es verdad que vienen de Estados Unidos y de Canadá?
- Sí señor, quién sabe cómo le hacen pero cada año en los meses fríos llegan muchos por aquí desde aquellas tierras, son muy  listos estos animalitos, pero lo malo es que muchos terminan convertidos en cena navideña.
- ¿Cómo es eso?
Dijo Claudia que no quitaba su atención de aquellas aves.
- Si, entradito el  mes de diciembre no falta la persona que viene con un costal y se lleva uno o dos animalitos para echárselos la noche del 24, cuando nos llegamos a dar cuenta se los quitamos pero pues el parque es muy grande y a veces pues no nos damos cuenta. Imagínense, pobres animalitos.

- ¡Qué barbaridad!
Dijo Claudia indignada y preocupada de semejante cosa.

El simpático anciano continuó platicando interminables anécdotas ocurridas durante los años en los que había trabajado en el parque, toda una vida, ya que dijo haber sido  parte del equipo de mantenimiento desde el primer año en  el que el parque abrió sus puertas, su plática no dejaba de ser interesante pero los minutos  avanzaban y en poco tiempo el partido de fútbol concluiría y el parque se inundaría de personas como cualquier otro día, así que tuve que cortar abruptamente el ya monólogo de don Aquiles quien dijo  así llamarse, y que sentado en una banca de cemento  no dejaba de hablar.
- ¿Y usted por qué no quiso ver el partido de la Selección Nacional Don Aquiles?
No !Qué partido ni qué partido! eso del fútbol es para gente ociosa que no ha de tener nada que hacer, yo soy hombre de trabajo, bueno hasta cuando estoy enfermo vengo a chambear, yo creo que después de muerto seguiré viniendo a chambear.
- Pues fíjese que también nosotros tenemos que trabajar hoy, y tampoco queremos quitarle más su tiempo.
Con esas palabras me despedí de aquel buen hombre y Claudia hizo lo mismo diciéndole:
- A ver qué otro día nos sigue contando cosas del parque.


Nos alejamos de ahí y decidimos darle la vuelta al lago, y aunque no estaríamos cerca del conjunto escultórico cómo era nuestra intención, si estaríamos lejos de la vista de Don Aquiles, con la lentitud de mi silla de ruedas y los elevados tacones de Claudia el trayecto  se hacia lento mientras el tiempo corría, en el camino Claudia y yo debatimos lo cínico que yo fui al decir que “íbamos a trabajar”, como si el “trabajo” de los que nos decimos artistas fuera equiparable al duro trabajo de él y de la gente que de verdad trabaja, cómo mis abuelos, uno campesino y el otro albañil, ellos sí trabajaron, por ello consideré que el quehacer artístico debería llevar otro nombre pues precisamente el 90% de los que se dedican al arte lo hacen huyendo del trabajo mismo. En esas sesudas reflexiones nos encontrábamos cuándo de pronto nos dimos cuenta qué dos policías se aproximaban hacia nosotros.

- Buenas tardes.
Dijo uno de ellos, que más que sonar como un saludo, sonaba a preámbulo de un regaño, y sospechando de lo que se trataba le dije:

- Buenos tardes oficial, ¿hay algún problema?
- Sí vamos a tener que remitirlos por faltas a la moral.
- ¿Faltas a la moral? ¿Cómo que faltas a la moral?

Dijo Claudia asombrada y molesta.
- Sí señorita por las fotos que le tomó el caballero.
- ¿Y de cuándo acá tomar fotos está prohibido  poli?

Cuestioné a los policías, uno se identificó con el nombre de Héctor y el otro  dijo llamarse Ulises, este último dijo:

- Está prohibido tomar fotos desnudos, bueno, más bien a personas desnudas.

- Desnuda, desnuda propiamente no estaba.

Argumentó Claudia y yo también argumente:

-En la galería del parque hay una exposición de fotos de desnudos? No es incongruente lo que usted dice?
- Bueno, pero esas fotos Se tomaron en un estudio. Pero hacerlo en un lugar público son faltas a la moral y hay una sanción administrativa.
- En primera no sabemos si esas fotos fueron tomadas en un estudio y en segunda, cómo va ser una falta a la moral pública el tomarle fotos a mi novia en traje de baño? Habría que multar a todos los qué se toman fotos en las playas.
- Sí caballero pero aquí no es la playa estamos en la Ciudad de México.
- ¿Y eso qué? ¿La moral va de acuerdo a las zonas geográficas? ¿Y las playas artificiales que pusieron en el Zócalo? Ahí también van a castigar a la gente que ande en traje de baño tomándose fotos?

Claudia interrumpió el absurdo debate en el que nos habíamos enfrascado el policía Héctor y yo diciendo:

-¡¡Fue el tipo de la gorra negra el que fue de chismoso con ustedes!! ¿Verdad?
- ¿Cuál tipo de la cachucha negra?

Le pregunté a Claudia desconcertado por el hecho de  interrumpir mis ”sólidos alegatos” agregando un factor más, la intervención de un chismoso, y que ese nuevo elemento  fuera un agravante o un atenuante.

- Un tipo de cachucha negra que se hacía tonto pero en realidad nos estaba espiando.
Aclaró Claudia, y me dio pie a usar este nuevo elemento a nuestro favor.
- Bueno, si ese sujeto es el denunciante, tráiganlo, que nos acompañe a la delegación.

Foto: Patricio Garibay, Modelo Claudia Djaddah 

Al parecer funcionó, pues los policías nos dijeron que no tenía sentido hacer tanto escándalo, qué le mostráramos las fotos para borrarlas de la cámara y ahí terminaba el asunto, pero la idea me molestó, consideré que más bien querían echar un ojo a las fotos y que para ello usaban como pretexto la necesidad de borrarlas. Y entonces les dije envalentonado desde la típica y snobista superioridad moral del artista qué lucha contra el mundo por el bien del sacrosanto arte.

- De ninguna manera permitiré que se destruya una obra de arte, eso sería volver a los tiempos más sombríos del nazismo.

(Años después lo harían las feministas, no los nazis)

Mi petulante frase no tuvo mucho éxito y los policías insistieron en ver y en borrar las fotografías y yo en negarme a ello.

- Lo mejor es que venga el chismoso que nos denunció  y el director del parque, para aclarar esta situación.

Dije esto tajantemente y Claudia  opinó lo mismo, por lo que el policía de nombre Ulises  fue a buscar al chivato y al encargado del parque. No tardaron mucho tiempo en aparecer a la vista el policía acompañado del encargado del parque pero sin él chismoso que al parecer se había esfumado. El director de marras era un hombre de unos 30 años con actitud salomónica y dispuesto a resolver el caso en cuestión de segundos para volver a sus asuntos, argumentaron los policías y después lo hicimos Claudia y yo. El sujeto dijo que efectivamente era una falta administrativa, y que pensáramos en los niños que visitan el parque.

- ¿Pero sí cuáles niños? El parque está vacío, y que venga ese fulano para que diga  que hacía espiándonos.
Dijo esto Claudia ya más molesta y la discusión volvió a ponerse intensa hasta que finalmente el encargado del parque aceptó que no podía echar un ojo a las fotos y mucho menos solicitar que las borrará, y  concluyó que lo mejor para la próxima vez era solicitar un permiso a la delegación para tomar las fotos sin problemas y que incluso podrían ser expuestas en la galería del parque , le dijimos que posiblemente lo haríamos, quedamos todos muy cuates y nos despedimos no sin antes decirles que si querían ver las fotos acudieran a la futura exposición. 

Cuando nos dimos la vuelta para alejarnos notamos que un ejército de gente en su mayoría niños comenzaba a invadir el sitio, la caballería montada en bicicletas y la infantería armada de balones se preparaba para realizar similares hazañas deportivas como las vistas por televisión minutos antes,  el partido había terminado.

El plan se había arruinado, ya era hora de comer algo, nos dirigimos a la salida cuando una joven pareja instalada tras un puesto de comida nos dijo que no podíamos salir del parque sin antes probar sus deliciosos helados de yogurt, fueron tan insistentes que lo hicimos, el matrimonio estaba compuesto de unan guapa cubana y un mexicano, y como buena caribeña sólo bastó con que le preguntáramos de qué dónde era, para que no para de contarnos sobre Cuba y su comida. Luego de un rato de charla y dos yogures más nos despedimos ahora sí con la firme determinación de salir del parque, pero un nuevo contratiempo nos hizo  cambiar de planes, faltaban las gafas oscuras de Claudia,  seguramente quedaron olvidadas en donde se tomaron las fotos, volvimos a buscarlas y en esta ocasión corrimos con suerte, pues las hallamos entre la hierba, nuevamente nos dirigimos rumbo la salida pero en el trayecto nos topamos con un payaso que hacía chistes a un nutrido grupo de niños, nos detuvimos un momento para contemplar el espectáculo pretendidamente infantil, y ¡oh sorpresa! el show consistía en una serie de chistes de doble sentido bastante subidos de tono, el payaso en cuestión se hacía llamar Piratin, medía como uno noventa de estatura y lo único que lo definía como pirata era un parche en el ojo. Al escuchar el repertorio soez del comediante, Claudia dijo:
- ¡Que grosero!
- Y se supone que son chistes para niños, y supongo que esto no es inmoral para las autoridades del parque. El mundo está loco, mejor vámonos.
Le respondí a Claudia en un tono elevado de voz con la finalidad posiblemente inconsciente de que algún adulto o el propio payaso escucharan mi protesta, y Claudia en un tono aún más fuerte dijo:
- Sí, vámonos de aquí !payaso pelado!
El payaso Piratin que había  escuchado  todo lo que dijimos comenzó a reclamarnos con las ironías propias del payaso amargado y resentido.
- Pues si no les gusta el show regrésense a su convento, ¿verdad amiguitos?

Los niños no dijeron nada y mi hermosa modelo y yo buscamos nuevamente la salida, pasamos por el embarcadero y nos detuvimos por un momento a contemplar la gris y melancólica tarde que caía sobre las quietas aguas del lago, ahí por alguna razón se encontraban colocadas tres sirenas de largas colas azules,  hechas de fibra de vidrio y de tamaño natural, a pesar de su estilo tosco y piñatesco poseían cierto erotismo, nos lamentamos el no haber podido tomar algunas fotos ahí, entonces comenzó a llover y con la  prisa que nos fue posible llegamos al fin a la salida que da a la calle de de Zempoalteca  donde habíamos dejado el coche, y justo al tener la salida frente a nosotros vimos como Héctor el policía le ponía candado a la reja pues ya era la hora de cerrar, le dijimos que nos abriera para salir pues de ese lado estaba me automóvil, dijo que sólo tenía el candado, más no tenía  la llave, y dijo que tardaría más en ir a buscarla y que lo mejor era salí por la puerta principal, le dijimos que con la silla de ruedas y los tacones de Claudia tardaríamos al menos  20 minutos y la lluvia comenzaba a intensificar, él, que se encontraba del otro lado de la infranqueable muralla dijo que no podía hacer nada por nosotros, así que no tuvimos otra opción que cruzar el parque bajo el torrente fluvial y no hubo parte de nuestro cuerpo que no fuera empapada de agua. 

Nunca en mi vida había estado en medio de una lluvia tan intensa como aquella, cuándo al fin llegamos al auto, como en el más predecible guion hollywoodense de suspenso  no encontramos las llaves del coche, hasta que al fin luego de unos minutos y decenas de litros de agua cayendo sobre nosotros recordamos que las habíamos puesto en la cangurera de la silla de ruedas y pudimos al fin refugiarnos en el interior del vehículo. Mojados como peces era imposible ir a comer al Toks como lo habíamos planeado, así que fuimos a casa a darnos un baño y evitar con ello un posible resfriado. 

Así concluyó aquella tarde en el Tezozomoc, tarde de extraños  sucesos donde hubo en cierta manera, ejércitos invasores, agresivos gigantes de un solo ojo, de un Héctor y un Aquiles, de sirenas que nos retuvieron, de una tempestad, de una puerta infranqueable, de la belleza seductora de una Circe, y otras tantas evocaciones mitológicas, en fin, de  hechos dignos de ser contados por el gran Homero.



 

3 comentarios:

  1. Que bonita que ve claudia ja la ja pero que odisea pasaron digna de una película, por cierto nunca he visto las sirenas que mencionan tendré que darme una vuelta felicidades patricio Garibay

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  2. Gracias querida Francis, si, una total odisea, en cuanto a las sirenas solo estuvieron un tiempo ahí, hace al rededor de 12 años, Saludos de parte de Claudia y míos.

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  3. Querido Patricio, muy buena crónica, FELICIDADES. En el parque Tezozómoc se viven experiencias increibles. Recuerdo que hace años merodeaba por la orilla del lago un joven exhibicionista, tratando de espantar a las jovecitas que por ahí paseaban.Y que tal si colectamos anécdotas del Parque Tezozómoc. María Elena Solórzano

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