sábado, 14 de agosto de 2021

 CORAZON NOCTURNO DE 

LA NUEVA SANTA MARIA

Por Diana N. Colín  (Grupo Formiga)

Hay espacios en Azcapotzalco que aun de noche brillan, ya sea por sus negocios, por la iluminación urbana, o hasta por los focos de las casas. Según como se mire, podría haber puntos llenos de destellos como puestos de comida, y otros cuya ausencia de luz, inspiren recogimiento, soledad para pensar, un romance que no podía esperar más, o incluso la oscuridad perfecta donde nazca una leyenda de espectros.

En la Colonia Nueva Santa María, el eje “Parroquia – puestos – Parque Revolución”, es uno de los más transitados cada día del año, y en fin de semana, de gran manera. Ahí está una de las pocas bancas techadas para esperar el camión que hay en la colonia que no sea en eje vial.

Su arbolado camellón y su semáforo, facilitan al peatón un cruce cómodo. Ese punto, aun con autos y camiones, por estar rodeado de árboles, y algo de tierra en jardineras, rompe la monotonía del cemento, y justo con ello ofrece lo que muchos vamos buscando: frescura y cierta paz.

Afuera de la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, sobre la acera, hay algunos puestos que pueden variar según el día de la semana. En ellos venden alimentos. Antiguamente hubieran sido basicamente de gorditas, en algun momento se sumaron los de hot cakes y elotes. Actualmente es normal que los haya de banderillas, salchipulpos, alitas, palomitas, papas fritas y hasta crepas por ejemplo de nutella, cajeta, lechera con frutos rojos, mermelada, o saladas (por ello exhiben abundantes latas de champiñones). Ahí mismo preparan frappés, eskimos y malteadas. En otros parques he llegado a ver incluso venta de las yucatecas marquesitas. Me pregunto, ¿Qué otras delicias se irán agregando a este ya extenso menú que se ofrece afuera de la parroquia?

Cuando los clientes ya tienen su alimento o bebida en la mano, muchos cruzan la calle hacia el “Parque Revolución”. Conste que este “ritual” de convivencia alimentica no ocurre una o dos veces al año. Hay quienes vienen a ello mínimo una vez al mes, y habrá quien cada semana.

Lo que durante el día es un kiosco en medio de un parque, útil para bailar, patinar, o hacer campaña política, de noche es un espacio para el romance, refugio para llorar sin ser visto o para el descanso de algún desafortunado indigente.

 

Por cierto que en ese parque, poblado de numerosos ahuehuetes como la misma colonia, a los que antes eran principalmente tranquilos transeuntes solitarios, parejas o familias caminando, o sentados en una banca comiendo un helado o tomando un agua de sabor, poco a poco se fueron insertando deportistas, corredores y hasta ciclistas, gente en concentrada actividad o velocidad, y con la instalación de aparatos de ejercicio, ha sido más completo su entrenamiento. Es habitual ver personas paseando a sus mascotas, y uno o dos autos ofreciendo ropa o camitas para el perro, aunque claro, otros autos son un puesto temporal que vende adornos, regalos, ropa, plantas, galletas, etc. En fin de semana pueden ser hasta una veintena de ese tipo de escaparates motorizados con llamativas novedades que varían según el calendario y sus fiestas.

Hay una enorme oferta de comida alrededor del parque en restaurantes muy exitosos. Yo en lo personal que voy más bien a caminar, no suelo comer en ellos, pero me consta la gran cantidad de fieles comensales que les dan vibrante aspecto. Lo mio en el terreno del consumo, son las aguas que venden junto a este parque. Son de las mejores de la ciudad. Mi favorita es la de mango colado. Es casi un postre líquido, espeso, delicioso, como un premio a cualquier edad.

En todo momento, hay más gente en la circunferencia exterior del parque (que tiene perímetro en forma de balón de futból americano), que en los tramos del interior, que son más solitarios y angostos.

Me gusta ir de noche entre semana a este parque, alrededor de las 10:30 pm. Hay menos gente, los “autos negocio” se han retirado, y los carros que permanecen son lo que eran antes, pequeñas salas de musica intima para dos. Cada quien está en lo suyo, como un secreto.

Me interno en las pacíficas entrañas de sus veredas. A los pocos minutos, de entre los árboles o tras el poste de un farol, me susurran algo que aun no identifico. No veo a nadie cerca. Mientras más sola me voy quedando, más clarito voy escuchando esa voz. Hasta ahora no registro la frase completa. Me parece que dice: “Quédate aquí…”.


1 comentario:

  1. Felicidades suena a mucha tranquilidad tranquilidad que invita a quedate aquí, iré a probar las crepas

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