sábado, 14 de agosto de 2021

 

PLAZA JARDIN SIGLO XX

Por Don Nayarito Cantalicia  (Grupo Formiga)

 


Esta Plaza Jardín se ubica junto a la Catedral, sobre la Avenida Azcapotzalco, en el corazón de la alcaldía. En ese mismo espacio existió antiguamente el “Mercado Siglo XX”. Fue el primer mercado moderno de la alcaldía. Era un edificio techado con puerta que se inauguró a inicios de la pasada centuria. De ahí el nombre. El edificio mencionado fue retirado, y el nuevo mercado se construyó cerca, a una cuadra, y se inauguró en 1957.

El viejo mercado no puede verse más. Ahora es ahí una plaza, a la cual unos llaman (incluso en lonas impresas colgantes) “Siglo veintiuno”, en vez de veinte. Quizá cada cien años cambie de nombre.

Dicha plaza es un espacio que mide aproximadamente 36 metros por 30. Entre semana a la una de la tarde puede haber casi 50 personas y se ven dispersas, pero en fin de semana a esa misma hora, puede triplicarse fácilmente esa cantidad. En día del Niño, de las Madres, o del amor y la amistad, ya rebasa mi capacidad de contar personas.

En dos lados tiene puestos fijos en accesorias de inmuebles, en los que hay crepas, café, juguetes, dentista y sicólogo. Del lado de la Catedral, los puestos son semifijos tipo tianguis y ofrecen ropa, películas, artículos para celulares, etc. En el interior del jardín hay  vendedores caminando que  ofrecen por ejemplo globos, y pasan entre las mesas, los juegos infantiles y las bancas.

El sitio en fines de semana tiene mucha afluencia de visitantes, y se colocan atriles para pintar, entre otras actividades enfocadas a los pequeñines. Si hay quien se queje de que la infancia actual no se despega del videojuego o del celular, aquí los atriles, los tubos y la resbaladilla son el centro de su atención. Y no faltan las bicicletas o un juego de “las traes” que tienen a esa niñez activa y esquivando peatones. Los celulares aquí son una minoría que casi no se asoma. Triunfa la convivencia.

Las mesas entre semana funcionan para descanso, para un hambriento solitario, para una charla de dos. Por las tardes noches son el sitio para el juego de ajedrez entre adultos mayores. En fin de semana, son el punto de reunión de familias enteras que hacen su base: ahí comen, vigilan a sus hijos divirtiéndose, apoyan sus compras en la banca, luego ahí mismo toman un café, arreglan sus asuntos en largas charlas, de modo que por unas horas, hacen ahí el “centro de operaciones” de su paseo familiar sabatino o dominical.

 

No todos están de paseo en esa zona. Otros van para ganar el sustento. En fin de semana es su mejor venta. Esperan pacientemente de pie, a que su mercancía resulte llamativa y se acerquen los clientes a comprar.

En el lugar, se observan 20 bolas grandes y grises minerales de buen tamaño, las que nadie toma en cuenta, casi ni para sentarse en ellas, como un adorno inútil. A casi todas las rodea solo tierra aprovechada por las palomas. Son incontables las pisadas de las aves en esa capa terrosa, que afortunadamente se encuentra libre de basura.

El nombre de “Plaza Jardín” no le hace mucha justicia en la segunda palabra, pues aunque hay algunos árboles, el pasto u otro tipo de verdor al ras del suelo no existe.

Parece un lugar cuya excelente ubicación, hace opinar que podría tener un mejor aspecto. Luego de estar ahí un rato observando y descansando, viendo a la gente pasarla bien, bebiendo un agua de esas de 3 por 2 que venden ahí, disfrutando la sombra de los frondosos árboles que ahí están, extrañamente deja de escucharse el ruido de los carros de la avenida, quizá porque en esa zona deben ir a baja velocidad.

Una atmósfera agradable se va dibujando en la mente del testigo. Ya no es el bullicio de los negocios, el aroma de los puestos de comida ni el trajín de la banqueta en que hay que esquivar vendedores, gente con bultos, etc. Ni parece que está uno entre la Catedral y el mercado, ni en la avenida principal del centro de la alcaldía.

Es un pequeño oasis urbano de sombra ante el sol quemante, con bancas, arboles con su frescura, canto de pájaros. Visto así, es poco lo que se antojaría cambiar, y las inexplicables esferas minerales de repente se vuelven parte de la personalidad de ese minúsculo oasis, el más fresco espacio entre el centro de Fe y el centro del comercio, en el mero corazón de la alcaldía.



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